Cuando nace un bebé, su cerebro aún tiene que desarrollarse, sobre todo la parte que le permite realizar actividades complejas. Esto es porque las neuronas son aun inmaduras y necesitan conectarse y comunicarse entre ellas para poder realizar funciones más avanzadas. Esta conexión se realiza de manera más intensa en los primeros años de vida, así que todo lo que acontece alrededor de un bebé influirá en estás interconexiones neuronales. Algunas de las neuronas del recién nacido ya están conectadas para realizar funciones vitales básicas pero el resto deberán madurar y conectarse entre ellas.
De 0 a 3 años es una etapa clave para el futuro de nuestros hijos. Las experiencias que tienen los niños durante sus primeros años de vida tienen un impacto directo en la formación y el desarrollo neuronal y su efecto es duradero
Está demostrado que las experiencias tempranas de los bebés son tan importantes como su genética. Está claro que la genética marca la configuración del cerebro pero todos los estímulos recibidos por un bebé: emocionales, afectivos, verbales, visuales y auditivos orientan y conducen el complejo proceso de interconexión de neuronas que posteriormente va a permitir el aprendizaje.
Después de los 3-4 años esta maduración del cerebro continúa pero a un ritmo menor que en la primera etapa y hacía los 8 años, el cerebro está casi maduro en su tamaño pero aún no se ha completado el desarrollo.
Con esto queda claro que podemos influir en el desarrollo del cerebro de nuestros hijos, pero la edad más adecuada de hacerla son los primeros años de vida.
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